¿Alguna vez pensaste en viajar con una beca? Hoy tuvimos la oportunidad de hablar con Charly, quien nos contó cómo fue su vida como científico argentino en Texas. Él es doctor en Ciencias Biológicas. Cuando estaba realizando el doctorado, tuvo la posibilidad de viajar con una beca para vivir y trabajar unos meses en Estados Unidos.
En esta nota nos cuenta cómo fue la experiencia de viajar con una beca a Texas, con sus ventajas y desventajas.
El proceso de selección para viajar con una beca
- ¿Cómo fue el proceso de seleección para tu beca?
A comienzos del 2016, tuve la oportunidad de emigrar por unos meses gracias a que pude viajar con una beca doctoral. Fui a San Antonio (Texas, Estados Unidos) y trabajé para un laboratorio ubicado en la sede local de la Universidad de Texas. Llegué en el mes de enero y a finales de abril ya me encontraba nuevamente en Argentina. En total, fueron casi cuatro meses.
En el trabajo, con mi jefa desde hacía un tiempo hablábamos de aprovechar alguna oportunidad que surgiera para hacer una estadía de trabajo en el exterior. En el ámbito de la investigación científica, suele ser importante tener una experiencia de este estilo. La idea siempre fue irme por unos meses y luego volver.
Teníamos contacto con una colaboradora de Estados Unidos que se ofreció a recibirme en su laboratorio. Ella era argentina, pero vivía allá desde hacía muchos años y trabajaba en un tema similar al nuestro. A partir de eso, buscamos alternativas de financiamiento que se ofrecieran en el país para poder viajar con una beca, pagar el viaje y la estadía.
Encontramos entonces que en aquel momento la Jefatura de Gabinete de Ministros ofrecía una serie de becas en el marco del programa BecAR (que sigue existiendo, pero bajo la órbita del Ministerio de Educación) que justamente otorgaba becas para facilitar a profesionales argentinos, en el área de la ciencia y la tecnología, las estadías de perfeccionamiento en el exterior. La postulación y la selección para viajar con una beca implicó una serie de entrevistas que fui teniendo a lo largo de principios del 2015 (¡un año antes del viaje!). Luego de un largo proceso, me informaron que había sido elegido para el programa.
- ¿Cómo fue el proceso de obtención de la visa J1?
Recién una vez que obtuve la oportunidad de viajar con una beca empecé el proceso de obtener la visa J1. Este visado me permitiría quedarme en Estados Unidos en calidad de estudiante doctoral y requería de un permiso emitido por la institución donde iba a trabajar (es decir, de la Universidad de Texas). Esa fue la parte más difícil. Me encontré completando una cantidad interminable de documentos, la mayoría con datos redundantes y que en muchos casos incluían información privada que no era de incumbencia de la Universidad.
De todos modos, tuve que brindar toda esa información y superar una serie de entrevistas para obtener el permiso. Con ese papel, inicié el trámite de la visa en la Embajada de Estados Unidos. Por suerte, la gente del programa de becas al que me había presentado tenía vínculo directo con la Embajada y ellos se encargaron de todas las cuestiones administrativas al respecto.
Una vez llegado a San Antonio, tuve que nuevamente completar una serie interminable de formularios para obtener los permisos necesarios para acceder a los lugares comunes de la Universidad. Aunque las preguntas me sorprendieron y me dejaron con una sensación de control casi policial, tuve asesoramiento constante para poder realizar los trámites exitosamente y, por suerte, no hubo inconvenientes mayores.
La vida en San Antonio, Texas
- ¿Cuánto te costaba el día a día en San Antonio?
Los costos de vida eran muy elevados, sobre todo el alquiler y los servicios. Por suerte, a través de la Universidad pude acceder a alquilar por un buen precio en un complejo de cabañas que quedaba cerca del instituto donde yo iba a trabajar. El lugar donde trabajaba no estaba ubicado en el campus central, sino a las afueras de San Antonio, ¡literalmente en el medio del bosque! Me alojé en una cabaña que quedaba a 500 metros del instituto. Aunque los costos de vida eran elevados, viajar con una beca me permitía cubrirlos con mucha comodidad. En aquel momento, la beca era de USD 2500 por mes.
Lo primero que noté cuando llegué a San Antonio fue que eran ciertas las palabras de quien me invitó a trabajar allá: “Mirá que esto no es la Costa Este ni la Costa Oeste, esto es el centro de Estados Unidos y culturalmente es muy diferente a lo que ves en las películas”. Y efectivamente fue así.
Recuerdo que llegué en medio de la campaña para la elección presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump, y el racismo estaba a flor de piel en toda la ciudad. En Texas, particularmente, el desprecio de los blancos estadounidenses sobre los latinos se podía notar en cada mínimo detalle: el segregamiento era tal que no se cruzaban ni en los shoppings ni en los supermercados. El muro todavía no existía físicamente, pero ya se lo podía palpar en las calles.
La mayoría de mis compañeros estadounidenses ni me dirigían la palabra al principio. Recuerdo haber pensado si no habría viajado en una máquina del tiempo, en lugar de en un avión, porque de repente me encontré con una sociedad que no tenía ningún problema en plantear públicamente si estaba bien que las mujeres tuvieran ciertos derechos, que se garantice el acceso a la salud de los más humildes o si era cierto que todos los extranjeros habían llegado al país para robar o para vender drogas. Muchísimas personas iban armadas por la calle, y no tenían pudor de sacar su arma frente a la menor amenaza.
- ¿Cómo era tu vínculo con otros compañeros estadounidenses?
Con el tiempo, pude romper esa barrera inicial y tener algún tipo de contacto más fluido con mis compañeros estadounidenses. Igualmente, no pude evitar notar que en general tenían un alto nivel de desconocimiento respecto a lo que ocurre en el resto del mundo. Esto me sorprendió especialmente porque todos mis compañeros tenían un nivel de estudios elevado. Una compañera, doctoranda en Biología, llegó a decirme que cuando en el hemisferio sur decíamos que era verano, en realidad era invierno. Según ella, nosotros lo llamábamos verano porque teníamos calor pero no podía ser invierno y verano al mismo tiempo en dos lugares del mundo. No, no hay remate.
Desde un principio, la persona con la que más me vinculé fue una investigadora mexicana de un laboratorio vecino. Ella se tomó como “misión personal” darme una cálida bienvenida y llevarme a conocer los alrededores de San Antonio. Texas es un estado enorme, donde hay un montón de lugares con una belleza natural increíble. Recorrí con ella algunos parques, estuvimos en Houston y Austin, la capital estatal.
Recuerdo particularmente el paseo por Austin. Es una ciudad relativamente pequeña, donde se encuentra la sede central de la Universidad de Texas. La proporción de gente jóven que vive allí es muy grande en comparación a San Antonio. La gente que vivía en San Antonio se refería a Austin como una ciudad “demasiado liberal”, donde los jóvenes hacían lo que querían, al borde del descontrol. El ejemplo que me dieron para ilustrar el caos en Austin fue que allí era posible ver mujeres paseándose en bikini por la calle. No pude evitar reír con el ejemplo al pensar en los veranos en la Costa Atlántica argentina.
Lo que más me sorprendió de Texas fue la gran extensión de tierras que tienen y la naturaleza presente todo el tiempo. Como yo vivía, literalmente, en el medio de un bosque, todos los días podía ver algún animal salvaje nuevo. Llegué a ver correcaminos pasando por la puerta de mi cabaña cuando salía a trabajar. Alrededor del instituto siempre había buitres, venados y hasta felinos cazadores.
Un balance del viaje
- ¿Cómo definirías la experiencia vivida?
La experiencia fue inicialmente bastante dura, más que nada por la interacción con las personas y las autoridades. Hubo sucesivas situaciones en las que me hicieron más complicadas cuestiones administrativas que para cualquier compañero estadounidense eran extremadamente sencillas. Sin embargo, creo que con el tiempo aprendí a lidiar con estas situaciones y gané independencia y carácter para enfrentar ese tipo de situaciones.
La forma en la que se combina la naturaleza con la vida urbana en un estado tan grande y tan repleto de vida salvaje hace que valga la pena volver. Eso sí, no volvería para trabajar, sino para recorrer esas largas rutas, caminar por esos campos interminables y llenos de flores y prestar atención a los animales que pasan a nuestro alrededor.
Si volviera a trabajar en Estados Unidos, esta vez escucharía el consejo que me dio la persona que me invitó y aprovecharía a recorrer la Costa Este o la Costa Oeste, donde la gente es un poco más abierta a recibir personas del exterior.